Hay un realidad evidente y lamentable, y es que la gente cada vez va menos al teatro, a no ser que actúe algún "famosillo" de los que salen en la tele o se trate de obras costumbristas de las que gustan a las personas mayores. Ante estas circunstancias las compañías de teatro han de buscar nuevas fórmulas de acercar el teatro a la población, y proponer representaciones en lugares alternativos a las salas como en casas, edificios emblemáticos en desuso, en la calle o en bares.
Hasta hace poco no me había enfrentado a la situación de actuar en un bar, café o pub, es decir, un lugar donde la gente va a encontrarse, a charlar y tomar algo, y no a ver un espectáculo de teatro en la mayoría de los casos. De hecho, los clientes habituales puede que no tengan la menor intención de prestarte atención porque no son consumidores de teatro. Se trata de un terreno bastante hostil en el que los actores han de hacer un esfuerzo adicional para captar la atención del muy honorable público y de hacerse entender, porque lo normal es que la acústica de estos locales tampoco sea muy buena. Pero a pesar de todos estos obstáculos, el formato de café-teatro tiene algo maravilloso que es la cercanía del público, la posibilidad de interaccionar con él, de escuchar sus reacciones y sumarlas a las de tu compañero y a las tuyas propias, y que todo ello se convierta en una experiencia irrepetible. Y también es una oportunidad para aproximar el teatro a aquellas personas que no se plantean meterse en una sala de teatro el fin de semana porque lo ven como algo aburrido y caro.
En conclusión, parece que con los tiempos que corren es más fácil llenar un bar que un teatro, lamentable pero real, así que no nos queda más remedio que acercar el teatro a la gente, allá donde esté, para mostrarles que el teatro es una herramienta muy potente para mostrar diferentes realidades y despertarnos, una herramienta transformadora a nivel personal y social, que no es para nada aburrido y que hay multitud de formas de ver teatro de manera económica, aunque si bajaran el IVA cultural nos harían un favor a todas y a todos.
Hasta hace poco no me había enfrentado a la situación de actuar en un bar, café o pub, es decir, un lugar donde la gente va a encontrarse, a charlar y tomar algo, y no a ver un espectáculo de teatro en la mayoría de los casos. De hecho, los clientes habituales puede que no tengan la menor intención de prestarte atención porque no son consumidores de teatro. Se trata de un terreno bastante hostil en el que los actores han de hacer un esfuerzo adicional para captar la atención del muy honorable público y de hacerse entender, porque lo normal es que la acústica de estos locales tampoco sea muy buena. Pero a pesar de todos estos obstáculos, el formato de café-teatro tiene algo maravilloso que es la cercanía del público, la posibilidad de interaccionar con él, de escuchar sus reacciones y sumarlas a las de tu compañero y a las tuyas propias, y que todo ello se convierta en una experiencia irrepetible. Y también es una oportunidad para aproximar el teatro a aquellas personas que no se plantean meterse en una sala de teatro el fin de semana porque lo ven como algo aburrido y caro.
En conclusión, parece que con los tiempos que corren es más fácil llenar un bar que un teatro, lamentable pero real, así que no nos queda más remedio que acercar el teatro a la gente, allá donde esté, para mostrarles que el teatro es una herramienta muy potente para mostrar diferentes realidades y despertarnos, una herramienta transformadora a nivel personal y social, que no es para nada aburrido y que hay multitud de formas de ver teatro de manera económica, aunque si bajaran el IVA cultural nos harían un favor a todas y a todos.